Para contribuir a la lucha contra el cambio climático, las empresas tenemos el deber de reducir, o evitar, las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, haciendo cambios en nuestros procesos de producción. En Europa somos un gran referente mundial en este sentido, gracias al Pacto verde Europeo, el cual busca que seamos los primeros climáticamente neutros en 2050. Eso significa que en apenas dos décadas, el 100% de las energías consumidas tendrán que ser renovables.
En mi opinión, vamos por buen camino, y estoy absolutamente convencido de que la innovación nos permitirá llegar a este fin: el de ser una economía próspera y sostenible. El problema es cuántas empresas se quedarán por el camino hasta conseguirlo, teniendo en cuenta que son muy ambiciosos, y que debido a la situación actual, no se pueden trabajar a la velocidad que a muchas les gustaría hacerlo.
Los últimos dos años han sido especialmente duros para el tejido empresarial, y sobre todo para el sector cerámico y de fabricación de baldosas, que son las que mejor conozco, debido al golpe de la pandemia del coronavirus y la invasión rusa de Ucrania. Estos acontecimientos han provocado un fuerte aumento de la energía y las materias primas, y por ende, más gastos. Con datos definitivos de 2021, se estima que la factura global de energía y de CO2 para el total del sector ha superado los 1.000 M€, según un comunicado de Ascer (la Asociación Española de Fabricantes de Azulejos y Pavimentos Cerámicos).
A lo largo de 2022, los precios de la energía y las materias primas han seguido al alza y las cuentas de resultados se van a ver muy afectadas a final de año, provocando problemas de costes más allá de 2023. Si los beneficios son inferiores respecto a años anteriores, el presupuesto para el I+D+I, proporcionalmente, será menor, ya sea por falta de recursos económicos o por la desconfianza derivada de la volatilidad de precios.
Para cumplir con la descarbonización, Europa se ha fijado el objetivo vinculante de lograr la neutralidad climática en 2050, buscando reducir sustancialmente los niveles actuales de emisiones de gases de efecto invernadero. Como paso intermedio, para 2030 ha comprometido a reducir las emisiones en, al menos, un 55 %.
Prácticamente, todas las compañías del mundo hemos anunciado mejoras, o pruebas piloto para el desarrollo de la captura, transporte, almacenamiento y usos del CO2. Sin embargo, pese a ser de extrema importancia, me preocupa que si marcamos unos objetivos de descarbonización muy ambiciosos, que encarecen nuestro producto, perderemos competitividad a nivel internacional.
El hecho de que estos objetivos no han sido consensuados entre todos los países y continentes, deriva en que trabajemos, según el territorio, en dos, tres, cuatro velocidades, y que los que somos más exigentes, seamos los más perjudicados a nivel empresarial. Los países en los cuales esos objetivos no son tan estrictos y a corto plazo, como en el norte de África, la India y China, acabarán quitándonos la posición dominante que tenemos y acabaremos teniendo mucho más desempleo.
En las empresas españolas, como la que dirijo, hemos comenzado a buscar soluciones, como utilizar menos materias primas para contribuir al ahorro de energía, reduciendo el espesor de las piezas que se fabrican, y evaporando menos agua, porque de momento las fuentes energéticas que estamos gastando siguen siendo las mismas.
En estos momentos, a corto y medio no tenemos una alternativa a lo que estamos utilizando. El hidrógeno verde se postula como una fuente de energía de futuro, sin embargo, su empleo masivo se enfrenta a muchos desafíos como para poderla considerar una solución que nos permita llegar a los objetivos marcados por Europa para 2050.
Obviamente, debemos seguir trabajando, pero debemos avanzar de una manera equilibrada y balanceada para, cuidar del entorno, pero no perjudicar al mismo tiempo a la industria europea, la cual es una fuente muy importante de riqueza. Si presionamos al tejido empresarial, lo que ocurrirá es que las unidades productivas se irán fuera de Europa, donde las legislaciones son más laxas, para seguir operando como hasta ahora. Es por ello que es necesario caminar hacia los objetivos, pero con la velocidad adecuada y correcta.
Pedro Hernández es gerente de Zschimmer & Schwarz España