El ejercicio recién iniciado supone el punto de inicio para el proceso de transformación de un sector, el de las bolsas comerciales, con demasiados frentes abiertos y un futuro todavía por definir.

La situación actual arranca en febrero de 2007, cuando el Ministerio de Medio Ambiente presentó a las Comunidades Autónomas el nuevo Plan Nacional Integrado de Residuos (PNIR), en el que se recogía el ambicioso objetivo de lograr una reducción del 50% en el consumo de bolsas comerciales de un solo uso a partir de 2010 (lo que equivaldría a unos 6.000 M ud.). En el resto de Europa ya se estaban tomando medidas en este sentido, que incluyen el apoyo a otras alternativas, como el papel o los bioplásticos.

Ante el hecho consumado de que la bolsa de plástico tradicional ha de reducir su presencia en la vida del consumidor, el verdadero reto es el de perfilar una estrategia. La apuesta quizá más arriesgada, pero que más cumple más con el espíritu del PNIR, es la de los biopolímeros, materiales de nueva generación que sustituyen al plástico tradicional empleando productos naturales y renovables como el almidón de maíz, la fécula de tubérculo o la remolacha.

Su principal problema radica en el fuerte encarecimiento que provocan en el precio final de la bolsa. Por esto, son las grandes compañías quienes más están apostando por este producto, abanderadas por la filial española del grupo francés Sphere.

La otra solución que más interés ha suscitado es la de los oxodegradables, compuestos que se añaden al plástico y que permiten acortar su tiempo de degradación. Resultan sensiblemente más baratos, pero suscitan un complejo debate sobre si el proceso de oxodegradación es suficiente desde el punto de vista medioambiental o no. Hacia esta alternativa se han dirigido, entre otras, Envases Vascongados y Samafrava.

juanjo.guisado@alimarket.es