Tras varias décadas de actividad, un grupo industrial extremeño de panadería ha quedado prácticamente desmantelado tras el cese de su cabecera en Cáceres y el cierre de las tiendas que explotaba en la región. Los problemas financieros, el alza de las materias primas y el menor consumo de pan le llevaron a una situación de insolvencia. Los 83 empleados que quedan en la plantilla formarán parte de un ERE de extinción. Sin embargo, otra filial del grupo, elaboradora de masas congeladas de Badajoz, ha corrido mejor suerte, ya que tras la venta de la unidad productiva ha mantenido el negocio.
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