Después de unos años en los que el termoformado (y su sector hermano, el termosellado) fueron los protagonistas absolutos, parece que por fin llega cierta tranquilidad al sector. La estabilidad en la que se ha instalado el sector en 2012 puede sin embargo resultar un tanto inquietante para un campo abonado desde hace varios años a importantes tasas de crecimiento y a un continuo interés en acceder a él por parte de empresas hasta hace no mucho completamente ajenas. La razón evidente es que el termoformado, al igual que el termosellado, va muy vinculado al mercado interno y dado que el descenso del consumo se prolonga parece que los nuevos proyectos tardan en llegar. Sucede además que estos equipos están muy vinculados a la alimentación en libreservicio, un canal que ha sufrido un relativo parón al tiempo que las grandes cadenas han intentado recuperar espacios que hasta hace no mucho estaban en extinción, como los despachos de charcutería o carnicería, como apuesta para recuperar los ingresos en tiempos de crisis.
Con todo, el sector está lejos de entrar en un periodo de parón gracias a que la industria alimentaria española está redirigiendo su actividad hacia la marca blanca, que no deja de crecer auspiciada por los incesantes ajustes en el presupuesto familiar, y hacia la venta del producto español en el exterior. En ese sentido, alimentos como la carne roja o los embutidos gozan de una gran fama más allá de nuestras fronteras, en países donde ya es costumbre que el 100% de la cesta de la compra sea envasado en origen, lo que obliga a comprar medios técnicos para adaptarse a las necesidades del cliente extranjero. Así las cosas, pese a las incertidumbres, el mercado sigue recibiendo novedades y se siguen dando operaciones, aunque no con tanta intensidad.