¿Por dónde pasa el futuro de los wearables?
El futuro de los llevables se presenta muy interesante. El foco en el desarrollo de los mismos ha pasado de estar en la medida de magnitudes físicas a incluir biosensores (aquellos que incorporan un elemento biológico -encimas, anticuerpos, ácidos nucleicos o incluso células- para el reconocimiento de lo que se desea medir) para la detección de compuestos químicos que permitan evaluar el estado de la salud de una persona. Utilizan como medio para la detección fluidos corporales y, con el objetivo de ser lo menos invasivos posible, se centran en el sudor, la saliva, las lágrimas y el líquido intersticial.
En concreto, el sudor contiene metabolitos, electrolitos, proteínas y otros elementos y puede obtenerse en cualquier zona de la piel, por lo que los dispositivos pueden adaptarse sin mayor problema en tejidos, relojes, bandas, pulseras, etc. Su obtención es relativamente sencilla, tanto de forma natural (calor, ejercicio) como inducida (iontoforesis) pero la concentración de la sustancia objetivo puede ser complicada de medir al ser muy dependiente de la cantidad de sudor presente. Por ello se estudia medir conjuntamente otras magnitudes, como temperatura, luz y movimiento.
Por su parte, el líquido intersticial se encuentra rodeando a las células dérmicas, a las que proporciona nutrientes, por lo que su medición también puede hacerse en cualquier lugar de la piel. Al igual que el sudor, contiene metabolitos, electrolitos y proteínas pero, a diferencia de aquel, para medir la concentración de estas sustancias deben extraerse a la superficie de la piel pues el líquido intersticial no sale al exterior. La tecnología que se emplea para hacerlo es la iontoforesis inversa, consistente en hacer circular una pequeña corriente entre dos electrodos situados en la piel para hacer que los iones presentes fluyan hacia ellos. Este mecanismo puede producir molestias, por lo que se está ensayando el uso de bio-tatuajes con los electrodos y los reactivos impresos, de manera que se reduce la corriente necesaria. También se usarían en conjunción con otros sensores para poder contrarrestar la incertidumbre asociada con la eficiencia del proceso de extracción.
Mientras, la lágrima contiene proteínas, péptidos, lípidos, metabolitos y electrolitos y, además, la concentración en la que estos aparecen tiene una correlación muy estrecha con la que aparece en la sangre. La gran ventaja del análisis del líquido lacrimal frente a los anteriormente vistos es que su accesibilidad es continua, no siendo necesario el uso de procedimientos electroquímicos para obtenerlo aunque es necesario diferenciar entre las lágrimas secretadas habitualmente para lubricar el ojo con las producidas emocionalmente. Su lugar de acceso, el globo ocular, impone restricciones en el diseño de los dispositivos. Los ensayos de lentes de contacto capaces de monitorizar la concentración de glucosa están muy avanzados y se está estudiando también la detección de otros compuestos.
Para terminar, en la saliva están presentes metabolitos, encimas, hormonas, proteínas e incluso microorganismos. Se utiliza habitualmente para la detección de, entre otras cosas, drogas. El reto en este caso consiste en la monitorización continuada, lo que implica colocar y mantener un dispositivo en la cavidad oral. Aunque se podrían insertar sensores en dientes protésicos, las molestias que implicaría hacen que se estén probando otras opciones, como protectores bucales o materiales flexibles que se pueden adherir a los dientes de forma sencilla y poco invasiva.
Aunque la mayoría de estos dispositivos no ha pasado al mercado, muchos se encuentran en fase de estudios clínicos para determinar su funcionalidad y eficacia por lo que es previsible que comiencen a estar disponibles en un futuro cercano.