Cuando me propusieron escribir este artículo, hacia enero de este año, todavía disfrutábamos de la “vieja normalidad” y pensé en dedicarle un espacio a la Educación para la Salud, un tema vinculado de manera especial al cuidado, que fuera de interés general y en el que la innovación y las TIC tuvieran un importante impacto por su capacidad transformadora, y potenciadora de sus objetivos y alcance.
Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de educación para la salud? Es el proceso mediante el cual individuos y grupos de personas aprenden a comportarse de una manera que favorece la promoción, el mantenimiento o la restauración de la salud. Para nosotros, los profesionales de la salud, es la herramienta a través de la cual buscamos generar cambios en la conducta de las personas para que adquieran hábitos y estilos de vida saludables.
Lejos de la creencia general, el factor que más influye en la salud de las personas es el estilo de vida, seguido de la herencia y el entorno en el que se desarrolla cada individuo, siendo el sistema sanitario el factor menos influyente. De aquí que la inversión en promoción de la salud y en mantener un estilo de vida saludable sea costo-eficiente. Además, esta promoción de la salud alcanza no solo a los individuos enfermos, sino también a las personas sanas, y ha de adaptarse a las diferentes etapas de las vidas, colectivos o comunidades.
Empoderamiento del paciente
En la atención a las personas con patologías crónicas, la educación en el conocimiento de sus enfermedades, la identificación de los factores de riesgo o de los síntomas de alarma es básico, pero también para conseguir “el empoderamiento del paciente” un concepto que la OMS define como el proceso mediante el cual, las personas adquieren un mayor control sobre las decisiones y acciones que afectan a su salud, es decir, no solo saber sobre mi enfermedad sino tener la capacidad de decidir sobre mi salud. En definitiva, es la herramienta fundamental si queremos vivir en una sociedad que se cuida, que cuide a los demás y enseñe a cuidar.
Para ello desde las instituciones sanitarias se planifican programas e intervenciones educativas orientadas al autocuidado del paciente, y un buen ejemplo de ellas son las escuelas de salud que diferentes CCAA han puesto en marcha en estos últimos años con un excelente resultado y una gran satisfacción para los pacientes.
Desde los años 60 en los que se empieza a desarrollar, hasta nuestros días, los canales de comunicación han sido determinantes, para divulgar y difundir conocimiento. Sin embargo, hoy en día, hay un salto cualitativo importante al incorporar las TIC ya que no solo nos permite informar y facilitar la relación entre profesionales y pacientes, sino también entre iguales, entre los propios pacientes o grupos y comunidades, que actúan no solo potenciando el conocimiento sino incorporando la experiencia vital de las personas, sus emociones, surgiendo así las redes de apoyo y comunidades de pacientes.
La incorporación de las TIC debe ser un ejemplo más de la transformación digital de la sanidad y la salud, que debe tomar las herramientas de comunicación que la sociedad tiene en cada momento para incorpóralas en sus programas, llegar al mayor número de personas y conectar con las necesidades que cada grupo social presenta.
Papel de las TIC en la educación para la salud
Y es que las TIC van a aportar mejoras en la gestión de contenidos, incluso desde su recopilación, con acceso a bases de datos actualizadas que nos permiten tener un conocimiento riguroso y actualizado en tiempo real. Pero también en su gestión y su difusión, a través de canales de comunicación ágiles que nos permiten llegar a un mayor número de usuario y mantener al mismo tiempo el conocimiento actualizado.
Cambia también el paradigma de la enseñanza y la difusión de la información, que deja de ser unidireccional, con un profesional que tiene el poder del conocimiento, para pasar a un entorno más transversal, en el que el paciente adquiere habilidades para poder buscar información y contenidos de calidad y los comparte. Es importante no solo enseñar contenidos, sino las habilidades para conseguirlos, de esta manera se potencia la proactividad del individuo y un aprendizaje abierto y permanente.
Sin embargo, al igual que nos aportan muchas ventajas, las TIC también nos presentan problemas que antes no teníamos. Las creencias falsas y los bulos en salud circulan con gran fluidez por las redes y es fundamental enseñar a mantener una actitud crítica, diferenciar contenido fiable y recomendar aquellos enlaces y portales que lo son.
Destaca también la irrupción de las RRSS como un vehículo para la comunicación también en el campo de la salud. Por un lado, permite establecer una red de iguales, personas en una misma situación que comparten experiencias y conocimientos y también apoyo. Asimismo, permiten la conexión de personas de diferentes lugares, y en ocasiones, personas con problemas de salud minoritarios, que, a través de la red, pueden integrarse en grupos y compartir experiencias venciendo limitaciones físicas, geográficas e incluso idiomáticas. Pero también las RRSS son un potente canal de divulgación para las instituciones sanitarias y es que las campañas sanitarias adaptadas a las poblaciones diana utilizando sus propios canales de comunicación son de gran valor.
Digitalización para mejorar la atención a distancia
Y en este momento de pandemia en el que nos encontramos se nos plantea un nuevo reto, y es el de la atención no presencial, a través de métodos alternativos que nos permitan prestar servicio en la distancia, pero con la calidad de la atención presencial. Aquí ya no se trata solamente de comunicarnos, es un paso más. No solo es informar, motivar o difundir, sino establecer una relación sólida con el paciente en un entorno no presencial alternativo que nos permita desarrollar una buena atención.
Para ello necesitamos avanzar en la digitalización del entorno y del desarrollo de las competencias adecuadas en los profesionales y ciudadanos y, para facilitarlo, necesitamos recursos tecnológicos ágiles, que sean accesibles tanto para los profesionales como para la ciudadanía. Así, tienen que ser sencillos, de calidad y al mismo tiempo que cumplan los criterios de seguridad y confidencialidad requeridos.
Este es el reto, ya que, en mi opinión, la atención no presencial no debe quedarse en una llamada de teléfono. Necesitamos vernos, reconocernos en las miradas y en el lenguaje no verbal, sentirnos cómodos y atendidos y recuperar la relación más allá del contacto físico. Y, desde luego, la tecnología nos va a ayudar. Sin duda, la pandemia va a dejarnos importantes lecciones y una de ellas serán los nuevos modelos de comunicación al servicio de la ciudadanía.