Consolidar la videoconsulta
La extensión universal de las comunicaciones y de los dispositivos móviles, junto con las restricciones provocadas por la pandemia Covid, han creado la tormenta perfecta para la adopción de las videollamadas en el ámbito sanitario. Hasta ahora, en muchas ocasiones los pacientes se desplazaban a centros de salud o consultorios para la realización de videoconsultas con especialistas, evitando desplazamientos desde poblaciones rurales alejadas de los núcleos urbanos. Con la mejora de las comunicaciones ya no se hace necesario ese traslado, ya que los ciudadanos desde sus propias casas o desde su trabajo pueden unirse a salas virtuales a la espera de que los profesionales sanitarios le den paso a su consulta. Esto mismo ocurre con los mayores en residencias o con los presos en las prisiones.
Pero hace falta revisar otros aspectos técnicos para que estas consultas virtuales tengan éxito y puedan ser una buena alternativa a las presenciales. Así, es fundamental la revisión de las capacidades y competencias digitales, tanto de los pacientes como de los profesionales sanitarios. En ocasiones se produce un fracaso de estas iniciativas al atribuir la falta de conexión al mal funcionamiento de las aplicaciones, en vez de reconocer la falta de conocimientos en el uso de estos sistemas. Por ello, es primordial el acompañamiento y la formación de todos los actores en estas tecnologías que todos ya usamos en nuestro día a día.
De igual manera, es esencial poder contar con un centro de soporte tanto para los ciudadanos como para médicos y enfermeras, para asentar el proyecto de la asistencia no presencial.
La elección de las herramientas a usar también es clave, no solo por las características y opciones de uso que tenga, sino por la capacidad de integración que demuestre con la Historia Clínica Electrónica que utilicen los profesionales sanitarios y con las herramientas que las organizaciones sanitarias pongan a disposición de los pacientes, como por ejemplo su carpeta de salud en versión web o APP. Reforzando esta afirmación, es básico que la aplicación que se escoja cuente con un kit de desarrollo de software (SDK) que permita la integración entre distintos sistemas a través de APIs.