La primera experiencia en videoconsultas data de 1959 cuando, a través de un circuito cerrado de televisión, se conectó el Instituto Psiquiátrico de Nebraska, en Omaha, con el Hospital Estatal de Norfolk, a 112 millas de distancia para realizar terapias en grupo. En España, desde hace años se cuentan con distintas iniciativas en esta materia que con la pandemia provocada por el Covid se han multiplicado de forma exponencial, de tal manera que la mayoría de organizaciones cuentan con algún tipo de proyecto en este campo. La propia Agencia Tributaria desde Junio de 2020 ha permitido el registro en el sistema CL@VE, uno de los más usados para la acreditación en los servicios digitales públicos, a través de una videollamada.
No solo han aumentado las videoconsultas con pacientes, sino que, de la misma manera, las interconsultas entre profesionales o las sesiones clínicas donde se ponen en común casos de determinados pacientes y se decide entre un grupo de clínicos el tratamiento que se pauta, han pasado a ser telemáticas.
Así como se produjo esa subida, con el paso de los picos y las restricciones más duras, el empleo de esta técnica ha disminuido. El reto del sector, sobre todo el público, radica en mantener una masa crítica de su uso en un porcentaje de entre el 15-20% para que se pueda afirmar que las videoconsultas han llegado para quedarse. Además, estas deben vencer a las consultas telefónicas, ya que, a pesar de ser las segundas a priori más sencillas de realizar, no obtienen los datos necesarios para realizar un diagnóstico adecuado en la cita médica o de enfermería que en cambio sí se aportan en la comunicación no verbal.
Las videoconsultas permiten a los profesionales sanitarios hacer un diagnóstico en tiempo real en base a la información recopilada durante la sesión como en la medicina presencial. Aunque en la práctica tradicional es necesario que los profesionales nos ausculten para identificar el problema, en la realidad en más de la mitad de las consultas que se realizan no es necesario que el médico explore al paciente para realizar un diagnóstico.
Consolidar la videoconsulta
La extensión universal de las comunicaciones y de los dispositivos móviles, junto con las restricciones provocadas por la pandemia Covid, han creado la tormenta perfecta para la adopción de las videollamadas en el ámbito sanitario. Hasta ahora, en muchas ocasiones los pacientes se desplazaban a centros de salud o consultorios para la realización de videoconsultas con especialistas, evitando desplazamientos desde poblaciones rurales alejadas de los núcleos urbanos. Con la mejora de las comunicaciones ya no se hace necesario ese traslado, ya que los ciudadanos desde sus propias casas o desde su trabajo pueden unirse a salas virtuales a la espera de que los profesionales sanitarios le den paso a su consulta. Esto mismo ocurre con los mayores en residencias o con los presos en las prisiones.
Pero hace falta revisar otros aspectos técnicos para que estas consultas virtuales tengan éxito y puedan ser una buena alternativa a las presenciales. Así, es fundamental la revisión de las capacidades y competencias digitales, tanto de los pacientes como de los profesionales sanitarios. En ocasiones se produce un fracaso de estas iniciativas al atribuir la falta de conexión al mal funcionamiento de las aplicaciones, en vez de reconocer la falta de conocimientos en el uso de estos sistemas. Por ello, es primordial el acompañamiento y la formación de todos los actores en estas tecnologías que todos ya usamos en nuestro día a día.
De igual manera, es esencial poder contar con un centro de soporte tanto para los ciudadanos como para médicos y enfermeras, para asentar el proyecto de la asistencia no presencial.
La elección de las herramientas a usar también es clave, no solo por las características y opciones de uso que tenga, sino por la capacidad de integración que demuestre con la Historia Clínica Electrónica que utilicen los profesionales sanitarios y con las herramientas que las organizaciones sanitarias pongan a disposición de los pacientes, como por ejemplo su carpeta de salud en versión web o APP. Reforzando esta afirmación, es básico que la aplicación que se escoja cuente con un kit de desarrollo de software (SDK) que permita la integración entre distintos sistemas a través de APIs.
Aspectos técnicos a tener en cuenta
En cuanto a las funcionalidades con las que debe contar la herramienta elegida deben estar presentes posibilidades como la de compartir pantalla, útil por ejemplo para que el profesional sanitario puede explicar el contenido de algún informe o para mostrar alguna presentación o video en casos de rehabilitación. En este segundo caso de uso, se recomienda que el paciente se conecte a la sala de espera con un equipo sobremesa o portátil y no dispositivo móvil para que la experiencia de usuario sea la adecuada. También debe dar la opción de maximizar pantalla en ambos extremos. Por una parte, es necesario para que el profesional pueda observar el lenguaje no verbal de los pacientes en consultas de Psicología o Psiquiatría y, de igual manera, es importante que el paciente pueda ver la identificación del profesional correctamente.
Otras cuestiones técnicas a tener en cuenta pasan por la posibilidad de compartir documentos, que puede servir para entregar consentimientos informados a los pacientes para su lectura posterior (en el caso de que se compartan documentos con información clínica se debe garantizar la seguridad de la información entre ambos extremos); chat, que posibilita la comunicación asíncrona entre los dos roles; videoconsulta múltiple, especialmente interesante para la realización de terapias de grupo; autodiagnóstico, una herramienta fundamental para que tanto los profesionales sanitarios como los pacientes puedan chequear que el funcionamiento del audio y el video es el esperado; y por último, en este apartado técnico se recomienda el uso de auriculares con micrófono y reducción de ruido por parte de los profesionales sanitarios y que sus puestos de usuario ya cuenten con la cámara web integrada en su monitor.
Aspectos normativos, organizativos y funcionales
En la actualidad no existe legislación concreta que regule el uso de las videoconsultas, ya que ni la Ley 41/2002 de Autonomía del Paciente, ni la Ley 55/2003, reguladora del Estatuto Marco, ni la Ley 44/2003, de Ordenación de Profesiones Sanitarias hacen referencia al uso de la modalidad de medicina no presencial. Se recomienda que cada organización sanitaria regule el uso de la telemedicina y el uso de un consentimiento informado para el paciente donde se recojan aspectos como las características del servicio a prestar, la garantía de la seguridad de la información en la comunicación realizada, los beneficios y posibles riesgos, y finalmente las garantías para el paciente donde se declare esta actividad como voluntaria.
En esa regulación, que hemos visto que es necesaria, se debe establecer la modalidad de las distintas prestaciones que se hacen en las consultas y pruebas, es decir, si pueden ser presenciales, telemáticas o ambas. Asimismo, en los objetivos de los contratos de gestión que se firman entre las organizaciones sanitarias y sus áreas de gestión se debe medir su uso, y también incentivarlo. En cuanto a los aspectos funcionales, es crucial esquematizar los procesos asistenciales presenciales que pasan a ser virtuales y trasladar todos los pasos del proceso al nuevo modelo asistencial.
Para finalizar, se recomienda a los profesionales que tengan en cuenta una serie de buenas prácticas para aplicarlas en el uso de esta modalidad de asistencia sanitaria, como pueden ser dejar hablar antes al paciente para intentar que no se solape la comunicación; evitar colocar la cámara demasiado cerca y mirar a ella frecuentemente; colocar la luz en la misma dirección que la cámara; ser puntual en la cita; y, en caso de producirse cualquier incidencia técnica, buscar otra alternativa para ponerse en contacto con el paciente, si transcurren más de cinco minutos sin solucionarse.
A modo de conclusión, sería deseable la creación de un cuadro de mando donde se pueda consultar y monitorizar toda la actividad realizada con las videoconsultas, ya que es fundamental para poder hacer el seguimiento adecuado de su uso y mejorar en los aspectos claves. En esa monitorización se debe poder acceder a información como el número total de videollamadas, el número de pacientes y distintos profesionales que han utilizado el servicio; la clasificación de los pacientes por edades y áreas de salud; el ámbito en el que se desarrollan (atención primaria y hospitales); el número de consultas no presenciales respecto al total; el número de incidencias mensuales reportadas relacionadas con las videoconsultas y su tipología; y los resultados de encuestas de satisfacción realizadas a profesionales y pacientes.
Este seguimiento se debe realizar a través la constitución de un Comité formado por un equipo con perfiles del ámbito directivo, clínico, enfermería, jurídico y técnico.