Que la tecnología en sanidad ha llegado para quedarse es un hecho que nadie pone en duda. En la actualidad, los hospitales se han convertido en grandes centros de tecnologías de la información (TI), que realizan proyectos cada vez más complejos con la finalidad de contribuir a la seguridad del paciente y mejorar la calidad asistencial.
De esta manera, la Historia Clínica Digital se consideró un enorme avance. Su introducción supuso una revolución y un completo cambio de paradigma en la atención sanitaria. Las antiguas e interminables carpetas almacenadas en archivos físicos, atestados de historias clínicas en papel, fueron dando paso a una nueva historia digital con acceso más rápido, eficiente y seguro.
Debido a la rapidez con la que avanza la ola tecnológica, nos encontramos en medio de una auténtica revolución. ¿Qué mundo nos espera? El abanico de posibilidades es muy amplio. Comencemos, por supuesto, por la Inteligencia artificial (IA). La IA utiliza algoritmos con el objetivo de crear dispositivos o software que repliquen las mismas capacidades del ser humano. Supone, por tanto, una mejora en la práctica clínica al dotar a los profesionales de herramientas para ser más precisos en sus diagnósticos. No son sustitutos de los humanos, sino que constituyen una ayuda a la toma de decisiones.
Usos prácticos de la IA en sanidad
Alcanzar una usabilidad real requiere entrenamientos muy exactos para que no se produzcan sesgos de población o errores. Pero una vez conseguido dicho objetivo, la IA puede tener muchas aplicaciones; por ejemplo, el análisis de imágenes médicas (retinografías, lectura de imágenes…) permite detectar patologías o alteraciones en cantidades y tiempos imposibles para el ser humano. Otro ejemplo es la obtención de la frecuencia cardíaca mediante el reconocimiento facial, simplemente con la lectura de un dispositivo móvil.
En lo que se refiere a la interacción con el paciente, las aplicaciones chatbot posibilitan el autodiagnóstico mediante una interacción sencilla a base de preguntas y respuestas, evitando desplazamientos, derivando a centros con menor carga asistencial en urgencias, e incluso adelantando la introducción de datos para una consulta médica.
La segunda tecnología es el Big Data o análisis masivo de datos. Actualmente, nuestros sistemas disponen de gran cantidad de información que pueden proporcionar soluciones de incalculable valor a través de cuadros de mando y escenarios predictivos; por tanto, será necesario definir controles y parámetros que garanticen la calidad de los datos. Sin datos buenos, no obtendremos resultados adecuados.
La importancia de la asistencia en remoto
Hay otras tecnologías que ofrecen asistencia remota, como son la Telemedicina, que conecta profesionales y pacientes con el fin de llevar a cabo consultas, diagnósticos, tratamientos y seguimientos, permitiendo el acceso a servicios en zonas que no disponen de centros, debido a cuestiones geográficas u organizativas. Las consultas de dermatología, psiquiatría y psicología son casos de éxito. Igualmente, la Telemonitorización utiliza diferentes tecnologías para monitorizar a distancia. Por ejemplo, permite realizar un seguimiento a pacientes intervenidos para detectar infecciones mediante dispositivos, como electrocardiogramas y sensores de temperatura en tiempo real. Nuestros relojes inteligentes, que miden frecuencias cardíacas, pasos o calidad del sueño, recogen información que puede agregarse a la historia clínica y permitirnos la detección precoz de patologías como infartos.
Por último, el abaratamiento de costes y la reducción de tiempos de la secuenciación genética han posibilitado la aparición de la medicina personalizada, cuyos tratamientos individualizados permiten elevar el grado de eficiencia de los medicamentos y evitar reacciones adversas.
Existen muchos más aspectos en desarrollo, tales como la realidad aumentada y la robótica para la planificación y realización de intervenciones quirúrgicas y para la ayuda a personas con movilidad reducida. Todos ellos nos permitirán dar un salto de gigante en la calidad de vida del paciente.En definitiva, la tecnología avanza muy deprisa, ofreciendo soluciones altamente especializadas con mucha más rapidez de lo que podemos asumir. Esta realidad requiere un cambio cultural en nuestras instituciones. ¿Estamos preparados para ello?