Desde mediados del pasado año los precios de algunas materias primas esenciales para la industria alimentaria han sufrido una escalada hasta niveles históricos. La voracidad en los acopios y necesidades de China, factores específicos en la climatología y en determinadas cosechas y el refugio seguro que han encontrado especuladores y fondos de inversión en unas materias primas cuya demanda no cesa, han contribuido decisivamente a esta coyuntura. A la ecuación se han sumado el encarecimiento del transporte marítimo -que desde marzo de 2020 lleva acumulado una subida de más del 320%-, de todos los principales materiales de packaging -con la excepción del vidrio-, y de la energia eléctrica y los combustibles. Una tormenta perfecta que amenaza la rentabilidad de la industria alimentaria.