La eficiencia energética en el sector industrial se ha topado de frente con una crisis que amenaza los objetivos climáticos internacionales y hace que los próximos años sea un período crítico para revertir esta tendencia preocupante. Los avances en la eficiencia energética global se encuentran ahora en su ritmo más lento en una década, por lo que será imprescindible el apoyo de las distintas administraciones y gobiernos.

Un informe de la Agencia Internacional de Energía (IEA) indica que la intensidad energética primaria global mejoró menos de un 1% en 2020, la tasa más débil desde 2010. Este dato está muy por debajo del nivel de progreso necesario para lograr los objetivos compartidos del mundo para abordar el cambio climático, reducir la contaminación del aire y aumentar el acceso a la energía.

Las tendencias se ven perjudicadas por la caída de las inversiones en edificios, equipos y vehículos energéticamente eficientes en medio de la crisis económica desencadenada por la pandemia. En este sentido, aparecen nuevos retos, pero también oportunidades que explotar. La balanza se desequilibra en diferentes sectores, uno de ellos es el industrial pero también el gubernamental, apreciándose un gasto planificado mal repartido a escala regional.

La eficiencia energética debería estar en lo alto de la lista de tareas pendientes de las administraciones que buscan una recuperación sostenible: supone crear empleo, estimula la actividad económica, ahorra dinero a los consumidores, moderniza las infraestructuras y reduce las emisiones. No hay razones para negar la necesidad por impulsar estos cambios.

Oportunidades para una industria más eficiente

Para las empresas del sector industrial, existen distintos pasos que dar. Uno de ellos tiene que ver su compromiso por hacer más ecológicas sus actividades. ¿Cómo? Por ejemplo, a través de la diversificación de las fuentes de suministro, haciendo hueco a las energías renovables alternativas, como la eólica o la solar, o bien a vías de producción de electricidad menos contaminantes, como la nuclear, la hidroeléctrica o el gas.

Otra tendencia es el almacenamiento de energía, que facilita el uso de energías renovables y permite el acceso a ellas en momentos de necesidad. Precisamente para que los costes sean más asumibles por las empresas, actualmente la Unión Europea (UE) está fomentando planes de ayudas para los proyectos que contribuyen a la transición energética.

Además, se puede cooperar con un diseño de productos con una reducida huella de carbono durante todo su ciclo de vida. Un ejemplo puede ser la industria del automóvil, donde se pueden introducir plásticos procedentes de la cadena de reciclaje. A su vez, se deben diseñar productos que a la hora de ser utilizados tengan una mínima dependencia de los combustibles fósiles.

Asimismo, las compañías industriales deben apostar por las fábricas inteligentes y digitales, bases del concepto de la industria 4.0. La integración de nuevas soluciones tecnológicas en los centros de producción, el mantenimiento predictivo, la inteligencia artificial, la monitorización inteligente o la automatización de los accesos ayudan a optimizar el consumo energético, generar menos residuos y emisiones, etc.

Por último, pero no menos importante, hay que destacar la importancia que tienen los accesos y equipamientos de muelles de carga para este tipo de industrias. Disponer de las puertas industriales o abrigos para muelles de carga adecuadas hace que las actividades sean más eficientes a nivel energético, lo cual supone un ahorro de costes y también reducir las emisiones.

Tomás Fernández es director general de la división industrial de Assa Abloy Entrance Systems en España