Se llevaba tiempo especulando, de una manera positiva, sobre lo que pasaría en el mercado del PET una vez se calmase el panorama legislativo y, sobre todo, se produjese una normalización de los precios de las materias primas. La fase que se ha abierto tras esta etapa no está cumpliendo con las expectativas, al menos en los primeros compases. La persistencia de la inestabilidad en los costes de los polímeros, en esta ocasión con una tendencia a la baja, y las dudas que aún suscitan determinados aspectos relativos al marco legislativo son algunos de los motivos que ensombrecen el actual panorama, pero por encima de todo la mayor preocupación tiene que ver con el estado del consumo.El pasado año el sector experimentó bajadas en volúmenes y, sobre todo, en facturación, en ambos casos esperadas por el proceso de estabilización de los precios del PET, pero 2024 va camino de terminar en niveles planos precisamente porque la cesta de la compra parece no tener el mismo vigor que en los años anteriores. Queda por medir si esta situación es una cuestión de alcance limitado o puede alargarse en el tiempo, aunque pocos creen que la industria de la transformación se encuentre en un momento de cambio de tendencia profundo.Por el momento, la estrategia de los grandes actores de este nicho sigue centrándose en la inversión para ganar capacidad y garantizarse un futuro más sostenible, especialmente en lo relativo a material reciclado, o los procesos productivos, apostando por maquinaria de última generación y por las infraestructuras fotovoltaicas. Se trata de una estrategia que comparten multinacionales como Alpla, Resilux, Plastipak, Logoplaste o Retal, grandes actores de capital nacional como Caiba, Envases Soplados, Novapet o Nosoplas, o clase media como Seyca, ITC, Inden, Garplast o Torreplas.