En España, la telemedicina se ha estado desarrollando durante los últimos 20 años de una manera paulatina pero constante; poco a poco, se ha ido introduciendo, debido a varios factores, como las infraestructuras, ya que ha sido en los últimos diez años cuando se han instalado verdaderas redes de alta velocidad basadas en fibra óptica y no solo han llegado a los núcleos urbanos más importantes, sino que han llegado a ser redes capilares de los distintos territorios.
También ha sido determinante la historia clínica electrónica, ya que el hecho de tener la infraestructura de las autopistas de la información, posibilitó en la década anterior un desarrollo armónico de los sistemas de HCE (a estas alturas ya nadie duda de que es un hecho); una menor resistencia social, ya que la introducción de la telemedicina y las videoconsultas de una manera paulatina, según ha ido surgiendo necesidad social, por parte de una serie de servicios que era imposible de llevar físicamente al ciudadano, ha posibilitado este despliegue y este cambio de actitud. Para terminar, ha sido extremadamente importante un evento disruptivo, como fue la pandemia del Covid-19, que lo cambió todo, al forzarnos como sociedad a tener una doble necesidad. Por un lado, un aislamiento generalizado que nunca habíamos tenido, y por otro lado, una necesidad imperiosa de acceder a los sistemas públicos y privados de salud.
La telemedicina y la teleconsulta se están posicionando actualmente como una herramienta valida, para poder llegar a paliar parcialmente la falta de recursos humanos médicos en aquellas áreas de nuestro territorio, que o bien no son atractivas socialmente a la población, o bien suponen desplazamientos continuos del personal médico en zonas rurales muy despobladas. Hablamos de núcleos urbanos de menos de 50 personas que requieren de esa atención básica. Y es aquí donde estas tecnologías pueden ayudar a la ciudadanía, dando este tipo de asistencia, y a los sistemas de salud, permitiendo llegar a sitios tan recónditos. Hay que decir que, con estas tecnologías, no se puede llegar a todas las patologías, pero para escenarios concretos, como son patologías crónicas; control, modificación y seguimiento de tratamientos; dudas de los pacientes sobre hechos puntuales, etc., supone un enorme avance sobre el inicio del siglo XXI. Estas tecnologías, ayudan a la estrategia de salud que se ha ido desarrollando durante los últimos años con el paciente 360, ya que ponen en el centro al actor principal y permiten que los recursos del sistema se centren en él, sin tener la excusa de la ubicación y la falta de accesibilidad del sistema.