El pasado sábado conocíamos que el PSOE ha registrado una iniciativa en el Congreso de los Diputados para "luchar contra la publicidad engañosa de determinados productos veganos o vegetarianos que se venden como productos cárnicos". A través de una proposición no de ley para su debate en la Comisión de Agricultura, el grupo socialista ve "necesario y urgente" que España se sume a la tendencia de los países europeos consistente "en proteger al consumidor ante la posible confusión que pueda generar este tipo de productos y adoptar las medidas que resulten necesarias a tal efecto".
Según se explica desde el PSOE, existiría un supuesto aumento del consumo de las alternativas vegetales a productos cárnicos del 48% en los últimos dos años, que no es tal, pero que según argumentan habría "provocado una tendencia consistente en que estos mantengan una apariencia similar a productos y derivados cárnicos, llegando a hacer uso de denominaciones de venta propias del sector cárnico, como hamburguesas o salchichas". Finalmente, se recurre al conocido argumento del "riesgo de inducir a error a los consumidores acerca de la verdadera naturaleza y composición de los productos en el mercado".
El PSOE se alinea así con la postura que vemos prosperar en otros países del entorno europeo, como Francia, que el pasado febrero prohibió utilizar determinados sustantivos como filete, escalope o jamón para productos de origen vegetal, Italia, que desde hace unos meses mantiene también una postura muy contraria al uso de la terminología cárnica para sus formatos homólogos vegetales, y también Finlandia, República Checa, Grecia o Hungría.
Desde el partido en el Gobierno se aviva así la ya vieja polémica sobre las denominaciones de las alternativas vegetales a los productos cárnicos, que se repite en bucle desde hace varios años y que durante los últimos meses parece estar girando en favor a los intereses de la industria cárnica, que tradicionalmente mantiene activa la petición de derogar la posibilidad de que los productos vegetales utilicen los mismos nombres que los productos de origen animal.
Esta polémica se dirime ahora país a país, ignorando la votación que tenía lugar en octubre de 2020 en el Parlamento Europeo, que entonces decidió posicionarse en contra de aprobar las enmiendas 165, que proponía impedir el uso de las denominaciones habituales de la carne y los elaborados cárnicos para la venta de alternativas vegetales a estos productos.
"A perro flaco todos son pulgas", deben pensar desde el alicaído segmento de las réplicas vegetales a productos cárnicos, un sector que durante los últimos dos años atraviesa su particular travesía del desierto, una vez que el consumo no ha terminado de despegar en la categoría, y de hecho retrocede en el grueso de las referencias en el mercado, afectado por un conjunto de vectores donde podemos encontrar la falta de motivación para llevar a cabo un trasvase a la alimentación de base vegetal; la deficiente disponibilidad en los puntos de venta; el precio medio de esta oferta; o una experiencia de consumo que ha expulsado a parte de los consumidores que se acercaron a la categoría en una primera etapa.
Por su parte, la industria cárnica persigue un objetivo que entiende como fundamental en la defensa de sus intereses y con el que lograrían equipararse a la industria láctea, que sí ha visto como históricamente tanto la Unión Europa como los distintos países que la integran han ido vetando el uso de términos tradicionalmente ligados a la industria láctea para su uso en sus formatos homólogos vegetales, dando lugar a la normalización del término bebida vegetal en vez de leche vegetal, o postre vegetal en lugar de yogur vegetal, entre otros.