El sector del envase y embalaje metálico ha finalizado en 2016 un año que ha supuesto un verdadero cambio de tendencia. Tras varias campañas abonados a la estabilidad, propia de un sector en el que el grueso de las empresas son grandes grupos multinacionales, el pasado año hubo una importante reactivación industrial que se tradujo en inversiones y nuevos proyectos. 2017 llega para consolidar esta tendencia con una serie de retos y una gran amenaza que, al igual que se ha hecho con el packaging plástico, a continuación repasamos.
1. Más envase metálico en el microondas
Desde hace varios años, la industria del metal está haciendo una clara labor de pedagogía para conseguir que el consumidor pierda miedo al binomio metal-microondas, con resultados dispares. A medida que parece que se recupera el mercado de la alimentación precocinada, el sector del metal, especialmente el aluminio, se prepara para dar un nuevo impulso a su presencia en este segmento. No se observa como una batalla fácil a la vista de que el plástico está planteando una durísima competencia, pero las cualidades del envase en lo referente a la conservación del alimento juegan a su favor, así como el hecho de que el metal es un material que resulta cotidiano para el consumidor en nichos como la alimentación a domicilio o los servicios de catering de grandes colectividades o para el transporte aéreo de viajeros.
2. Vuelve el mercado interno
La crisis afectó de una forma muy severa al mercado del metal, en especial en determinados sectores (industrial, conservas, etc.) que han pasado sus problemas particulares. Sin embargo, el proceso de recuperación económica está siendo bastante más vigoroso de lo esperado. Si en los años de crisis la mayoría de las compañías buscaron refugio en el mercado exterior, en la actualidad, con el incremento de la demanda, las empresas han mostrado su interés en volver a invertir en el mercado español con fuertes desembolsos prácticamente en todos los ámbitos del envase para gran consumo (desde Domiberia a Alucan Entec, pasando por Calvo Envases o Rexam). Incluso en grandes contenedores vuelve a ganar preeminencia el metal, después de años de dominio de productos como los IBC o los bidones de plástico. Por contra en el envase industrial, incluyendo aquí campos muy importantes como la pintura o los barnices, queda camino por recorrer visto que el plástico cada vez tiene más cuota de mercado.
3. La personalización se impone
El gran hándicap del envase metálico en los últimos años ha sido la percepción por parte del consumidor como un envase que se había quedado anticuado. En los últimos años, la industria en general ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a renovar las posibilidades del envase como herramienta de marketing. Los cambios han sido notables en los últimos años, desde el aerosol, donde las formas se han convertido en la seña de identidad de muchas marcas, hasta las conservas, con impresiones hasta hace no mucho impensables. Pero si ha habido un campo en el que la experiencia ha sido más positiva ha sido el de las latas de bebidas. Con la inestimable ayuda de un gigante de la alimentación como Coca-Cola, que hizo su gran apuesta hace unos años, y volvió a repetir en 2016, con los envases personalizados con nombre, las nuevas tecnologías de impresión han ido calando en el cliente como una forma de destacar en el lineal. Falta ahora convencer al cliente final para que apueste por un producto evidentemente más caro, pero con más retorno. Por ahora son los grandes grupos, tanto de refrescos como de cervezas, los que más implicados parecen estar en este proceso de cambio, pero la aparición de nuevos nichos de mercado, en especial en campos como los alimentos saludables o enriquecidos, más interesados en ofrecer una imagen distinta a lo habitual, puede ser un empujon casi definitivo. A todo esto se suma el impacto creciente de segmentos todavía pequeños, como los envases monobloc o el packaging promocional, donde, gracias a sus propiedades estéticas, el envase metálico está sabiendo conquistar al consumidor final
4. Envases aún más ligeros
Pese a que el envase metálico goza de una envidiable posición cuando se analizan factores como la huella de carbono o la reciclabilidad (alcanza ya el 74,7% del total de envases puestos en el mercado en Europa), el sector cree que todavía se pueden mejorar sus cifras mediante varias estrategias, desde un menor consumo energético en el proceso productivo (causa de las grandes inversiones en renovación de equipos) hasta, sobre todo, seguir rebajando el peso de los envases para hacerlos más ligero y pagar menos “punto verde”. En los últimos 20 años se ha conseguido reducir en un 33% el peso de los envases de acero, mientras que en el caso del aluminio la cifra llega a un 28%. Una de las últimas inversiones de relumbrón dentro del sector, los 100 M€ que Ball va a desembolsar para montar una fábrica de última generación de latas de bebidas, en la que una de las prioridades será garantizar formatos de envase muy ligeros, que en ningún caso superarán los 12 gr. por unidad. Avanzar en la consecución de ese objetivo resulta cada vez más difícil, pero los avances tecnológicos son constantes y se espera que el periodo hasta 2025 sea clave para conseguir metas hasta hace no muchos años inimaginables.
5. ¿Llega el SDDR?
La implantación de un Sistema de Depósito Devolución y Retorno (SDDR) es una amenaza recurrente para el sector del E+E en general, que, sin embargo, cobra nuevos bríos en estos momentos. Parece que 2017 será clave para saber si prospera una iniciativa en este sentido que, por el momento, parece circunscrita únicamente a nivel regional, con la Comunitat Valenciana como la más interesada en desarrollarla. Los efectos que tendría su implantación no están claros. A principios de siglo el experimento en Alemania penalizó con fuerza a todos los envases, pero especialmente a los empleados en bebidas (incluyendo aquí las latas), gracias a la facilidad que tenían para ser recuperados y poner de nuevo el material en el mercado. Pese a que los informes sobre la utilización del SDDR resultan contradictorios, prácticamente toda la industria del embalaje está en contra. Existen dudas, además, de cuál sería el resultado de una medida de este tipo en una única comunidad autónoma, por lo que resulta muy complejo establecer un escenario probable, más allá de un previsible descenso en el consumo de alimentos envasados y una subida de los costes de reciclado.