Alimentos y bebidas: Entre la digitalización, lo esencial y lo sostenible

Teresa Martos, Country Growth Lead de Findasense en España

Seguramente en este momento miles de personas están leyendo una receta recuperada de las notas de un viejo cuaderno de la familia, cientos de miles de cocineros novatos compartiendo un nuevo logro culinario en un Instagram story, y un buen número de “micro-agricultores empíricos” están sembrando su primera planta de tomate en una maceta situada en un pequeño balcón o en el patio de su casa.

Hemos vuelto a amasar la masa madre, hoy con una ventana digital al infinito en la palma de la mano, buscando desde allí alimentarnos a conciencia de valor nutricional, pero también intentando recuperar ese placer reconfortante de nuestra memoria gustativa, las comidas que nos conectan a nuestras emociones: nuestros buenos recuerdos, orígenes, familia, nuestra niñez.

La enfermedad pone en primer plano el tema de la salud y con ella la nutrición y los alimentos que en definitiva garantizan nuestra subsistencia. Al mismo tiempo, la industria se ve obligada a digitalizar su existencia empujada por una realidad que cambia el comportamiento del consumidor.

Este empuje de la aceleración digital se refleja en el aumento de ventas online, impulsada sobre todo por los consumidores más jóvenes que navegan hacia la compra online, segura y directa. A nivel mundial, el crecimiento estimado de las ventas es de 24%, y un 40% de los consumidores aseguran que comprarán más por Internet.

Durante la emergencia se calcula que la facturación del ecommerce llegó a crecer hasta el 200% para algunos sectores en España. En el caso de la alimentación, un 47% de los españoles declara haber aumentado su lista de compras online, con un 38% de los encuestados que señala además haber reforzado su apuesta por la “alimentación healthy”, según relevamientos locales.

Las medidas de aislamiento o el temor a visitar grandes superficies de compra afectan de manera directa a la industria de los alimentos y las bebidas, pero muchos otros matices entran en la ecuación: las tecnologías avanzadas en materia de productos, como superfoods, alimentos funcionales y compuestos, los nutracéuticos, la conciencia social de los consumidores, la hiper-personalización de sus demandas alimentarias, la proximidad, el compre local, el almacén de barrio.

Según datos reportados por Global Index, un 54% de los consumidores globales ya compraron en su mayoría productos locales. Una encuesta llevada a cabo por la Asociación de Fabricantes y Consumidores (AECOC) afirma que el 63% de los españoles tienen intención de comprar más productos de proximidad, lo que evidencia que la conexión con la comunidad y lo local va tomando fuerza en los comportamientos del consumidor.

En este sentido, la transparencia será un vector determinante. Quienes puedan determinar trazabilidad, fiabilidad y origen llevarán las de ganar; transformar la manera, no solo de producir, sino de demostrar que se produce de manera eficiente, desde la relación con los actores de la cadena de valor a la mirada cada vez más detallista de los consumidores. Si el consumidor va hacia una alimentación más sencilla, natural y ecológica, la industria también tendrá que hacerlo.

La tecnología no queda fuera de esta “nueva normalidad''. Los empaques inteligentes y las experiencias digitales inmersivas entran en la nueva configuración que la transformación digital da a la industria . Según proyecciones, se espera que el mercado global de envases inteligentes alcance los 26.700 millones de dólares en 2024. Del mismo modo, cobran más sentido de necesidad las tecnologías digitales inmersivas, (Ya apoyadas por un 70% de los consumidores en 2019) que impulsa el traspaso de la selección de productos presencial en el retail a la elección a través de realidad aumentada.

Otros elementos de contexto tendrán su peso, como los marcos regulatorios que puedan avanzar por la crisis, la soberanía alimentaria de los países, el debate ético sobre la utilización de la data, que será la materia prima más importante de ésta y muchas otras industrias, por paradójico que nos pueda sonar.

Por su parte, un consumidor digitalizado, hipersensibilizado por el contexto, preocupado por su salud ha de ser tenido en cuenta. Un consumidor ahorrativo a la fuerza o eficiente a conciencia, un consumidor que ya no creerá en ningún relato de sostenibilidad que no sea el de los hechos: de dónde viene, qué contiene, quien produce lo que comemos.

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