El sector inmobiliario y de la construcción está asistiendo a una transición sin precedentes dominada por la digitalización. Un proceso que evoluciona al ritmo con el que se van certificando los extraordinarios resultados que comporta.
Según un estudio elaborado por PlanRadar a 3.000 ejecutivos europeos de compañías de estos sectores en 2020, el uso de la tecnología -cuya apuesta se ha intensificado con el Covid-19- les ahorra de media hasta siete horas de trabajo a la semana y les garantiza mejoras exponenciales de productividad, sobre todo, en la gestión de calidad (87% de los encuestados), la creación y seguimiento de tareas (79%) o las visitas y control de obras (77%). Por tanto, la identificación de la digitalización como sinónimo de rentabilidad ya parece evidente. El reto hoy es interiorizar que esta transformación, lejos de considerarse etérea, presenta beneficios específicos y profundos a todas las piezas del engranaje operativo.
Comprobamos que uno de los factores que más están propiciando esta transformación del sector es la incorporación del BIM -Building Information Modeling-, metodología de trabajo colaborativa en la que participan todos sus agentes, que centraliza la información de todo el ciclo de vida de un proyecto de construcción. Los expertos sectoriales ya no dudan en que este avance supone un salto formidable en todos los indicadores de rendimiento. Tanto es así que se está consolidando su condición de commodity. Ahora bien, la tarea pendiente de las compañías es detectar cómo se pueden optimizar tecnologías emergentes como esta, que resuenan mucho en los círculos empresariales, a terrenos muy concretos del proyecto en los que todavía no prevalece una sólida cultura tecnológica.
Uno de los mayores gaps que identificamos en este sentido se presentan, por ejemplo, en los equipos de profesionales a pie de obra; uno de los eslabones más relevantes del ciclo de vida de un proyecto al que resulta imprescindible conceder una especial atención en la transición digital. Las nuevas tecnologías deben incidir particularmente en estos empleados que, pese a ser conocedores de los progresos, todavía siguen notablemente vinculados a la tradicional cultura del papel o al whatsapp. Todavía hay muchos jefes de obra, directores de calidad, jefes de producción o gestores de promociones inmobiliarias que no están aprovechando la brillante oportunidad de exprimir las funcionalidades específicas que estas tecnologías brindan a pie de obra, del mismo modo que sí se hacen en las oficinas.
Los actores sectoriales, además de predicar una intencionalidad de sumarse a una transformación que ya presenta resultados patentes, deben extraer todas las potencialidades que pueden generar a todas las capas operativas del mercado inmobiliario y de la construcción. Conviene conocer y divulgar otras disciplinas tecnológicas más concretas, además de las genéricas y archiconocidas Big Data, Inteligencia Artificial o Machine Learning, cuya mera contratación no garantiza la transformación. Las compañías deben tener claro qué finalidades concretas buscan aplicando estas tecnologías y si estas son las apropiadas para ello.
En definitiva, la digitalización en el sector inmobiliario y de la construcción no debe ser un fin en sí mismo, sino una vía para conseguir una optimización del flujo de trabajo durante el ciclo de vida de un edificio. Un medio para lograr un marco integral de colaboración horizontal que integre también a los técnicos a pie de obra. De este modo será posible culminar este proceso de transición digital de manera efectiva y rentable.
Enrique Criado Cámara es country manager de PlanRadar en España